Trébede

miércoles, enero 17, 2007

SANCHO Y QUIJOTE

El sábado no había nada especial que hacer, así que me lancé al desenfreno de las compras y las rebajas. Hace un tiempo era adicta a ir de tiendas y estar todo el día dando vueltas de una a otra; ahora debe de ser por efecto de la edad ya no me gusta y procuro hacer las compras en los momentos más tranquilos, sin aglomeraciones.

Fuimos a Valladolid y a la vuelta paramos en Palencia para hacer un último recado y tomar un café. Nuestros pasos se dirigían al centro comercial Carrefur, era primera hora de la tarde pero la gente ya empezaba a ir y venir cargado con sus carros haciendo que el aparcamiento parezca una autopista donde conducimos como locos con nuestros "carritos" llenos a rebosar de objetos, en la mayoría de los casos poco útiles.

Para entrar en situación diré que junto al centro comercial hay una residencia de ancianos y que muchos de los internos allí, pasan la tarde en el vestibulo del hipermercado viendo cómo la gente pasa frente a ellos y ni tan siquiera repara en que están allí.
Yo también lo hago, pero el sábado fue diferente, vi una estampa que se me quedó grabada en la memoria. Antes de entrar ví que por la zona de peatones del aparcamiento se acercaba una extraña pareja. Eran dos ancianos, uno muy alto, en su época joven tuvo que ser un hombre imponente porque ahora a pesar de la edad sigue siendo muy alto; vestía con un jersey verde y unos pantalones de pana y al mirar su cara me dí cuenta de que no veía. No sé si es completamente ciego pero si me percaté de que no veía casi nada. No llevaba un bastón, no, él no lo necesitaba; cogida a su mano llevaba una mano amiga, la de su compañero; un hombre anciano, bajito y regordete que conducía de la mano a su amigo como si se tratara de su tesoro más preciado. Fue muy curioso ver a dos ancianos que caminaban con sus manos entrelazadas y empecé a imaginar la clase de relación que los unía; supuse que una buena amistad ya que compartirían su vida dentro de la residencia y uno actuaba de lazarillo para el otro.
Solo puedo decir que despertaron toda mi ternura aquel Quijote y Sancho que una tarde de sábado encontré sin esperarlo.

7 Comments:

Blogger El detective amaestrado said...

Aún en la vorágine de las rebajas hay espacios para la ternura. Si hay ojos que quieran verlo, claro

9:58 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Que bonito... El retiro de Don Quijote y Sancho Panza.

Bss.

9:22 a. m.  
Blogger Antona said...

A veces "vivimos" tan rapido,que no reparamos en historias como la que acabas de relatar.O es tu manera de interpretar esa vision,de cualquier forma me gustó lo que "tu" vistes
salu2

6:27 p. m.  
Blogger Zebedeo said...

Es bueno tener siempre una mano amiga que te ayude desinteresadamente en los momentos más aciagos de tu vida, merece la pena vivir solo por eso.
Me alegra saber que tienes la capacidad de ver donde nadie ve ;)

6:42 p. m.  
Blogger Paula said...

No creo que hayas podido hacerte un mejor regalo para tus ojos que esta visión

el corazón se llena de ternura cuando lo deleitamos con imágenes como ésta, que, por suerte, siguen rodeándonos

un abrazo

8:41 a. m.  
Blogger Javier López Clemente said...

Encontrar un buen Lazarillo para sortear las oscuridades...

Salu2 Córneos

4:02 p. m.  
Blogger Escritor en el Tejado said...

Lo peor es que, como dices, ¡cuánta gente pasa por allí sin siquiera verlos! ¡Lástima de personas! ¿Cuando ellos sean mayores y necesiten un Sancho, podrán encontrarlo? ¿serán capaces ellos de ser el Sancho de otros?

1:21 p. m.  

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