Trébede

miércoles, abril 26, 2006

EL SUEÑO, EL BOSQUE Y EL RELOJ

Esta noche he tenido un sueño, uno de esos en los que al despertar no sabes muy bien ni dónde has estado ni por qué. Me fuí a a la cama como cualquier otro día, bueno , tenía sed, pero me dió pereza bajar a la cocina y pensé que se pasaría pronto.
Pues no, nada de eso, no conseguía pegar ojo, vueltas y más vueltas y yo pensando "pero que cabezota eres, con un poco de agua estarías ya en el tercer sueño".
Menos mal que no bebí el agua, porque si llego a estar en el tercer sueño no sé que hubiera sido de mí. Conseguí dormir y cuando más tranquila estaba, me veo metida en un bosque, todo era verde a mi alrededor, mil matices de un verde intenso, musgo, agua, árboles, todo giraba a mi alrededor, en realidad yo flotaba y todo lo demás volaba o más bien se sostenía junto a mí; hasta el cielo era verde, un tono claro y brillante.
No sé que hacía allí, era un día caluroso, con mucha luz, lo que sí recuerdo es que estaba feliz, muy sonriente. Al pasar, apartaba con la mano las ramas de los árboles, casi sin rozarlas ellas se abrían igual que una puerta, y oía el susurro de las hojas al agitarse.
Seguí mi camino, unas veces flotaba y otras caminaba sobre la hierba, cuando aparecía un claro a mis pies, respiraba y miraba al cielo verde aceituna donde un sol verdoso iluminaba todo. Me acerqué hasta una piedra, estaba justo a la sombra de una encina; todo se suspendía en el aire , la encina, la piedra y yo. Me senté sobre ella mientras mis pies colgaban unos centímetros sobre el suelo verde esmeralda.
Giré la cabeza y un destello me cegó, no sabía de dónde venía, pero al fijarme pude ver en el suelo cerca de mí, levitando, algo que relucía.
Me acerqué y ví que era un reloj, parecía de plastilina, era blando como los que pintaba Dalí en sus cuadros, no tenía números y tenía cuatro agujas. No sabía qué marcaba ni que quería decir, pero me gustó tanto que lo cogí.
Cuando estaba viendo cómo funcionaba le dí cuerda y al instante noté una sensación de mareo; a mi alrededor todo se movía rápido con mucha prisa, yo no, pero los árboles, las nubes y hasta el sol iban a una velocidad de vértigo, no podía mirar porque me mareaba, solo se mantenía firme el reloj en mis manos y la piedra sobre la que estaba sentada. Las imagenes corrían tanto que no podía abrir los ojos, solo sujetar el reloj entre mis dedos.
Al final recuerdo que me caí de la piedra arrastrada por la fuerza de los árboles a su paso, y así sin más me desperté esta mañana, sobresaltada y con las manos vacías, no había ni rastro del reloj.

3 Comments:

Blogger Zebedeo said...

No se puede dar cuerda a los relojes blandos porque igual cuando despiertas lo haces en otro siglo y resulta que has dormido 100 años o más.

5:38 p. m.  
Blogger Ana said...

Gubia querida, el reloj lo tiene el conejo del país de las maravillas, ése que siempre llega tarde...Por lo demás, tranquila, el verde es un color sereno, sobre todo para las lechugas y/o espinacas :-)

9:40 p. m.  
Blogger Gubia said...

Pienso en verde como el anuncio de la cerveza..jaja. Suerte Ana!

11:06 p. m.  

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