Trébede

lunes, abril 17, 2006

MIS AMIGAS LAS PIEDRAS

Siempre es el mismo camino, al final me dejo llevar por la costumbre y mis pasos siempre van al mismo lugar. Salgo de casa y miro al horizonte, ando unos metros por la orilla del río y luego atravieso el viejo puente de piedra para llegar hasta allí.

Es como todos los caminos de un pueblo de castilla, a una orilla, los chopos, el río con su pequeña presa y a otra, los campos sembrados aún verdes. No recuerdo el momento, pero sé que hace mucho tiempo ya que paseo por aquí.

Hay días en los que me parece que las piedras dicen mi nombre, shss, shss, susurran mientras mis pies van caminando. Si presto atención puedo oir como me llaman, como entonan una música suave que se va repitiendo al compás de mis pasos. Piedras de diferentes tamaños y colores que se mezclan con la tierra amarilla para formar un camino, una senda, una guía hacia algún lugar. Depende de los pies que lo atraviesen así será la senda, depende de los ojos que lo miren así será el destino.

El jueves volví a caminar sobre la tierra, y las piedras volvieron a pronunciar mi nombre, me llamaban suavemente, susurrando. Mientras, yo caminaba y sonreía al mismo tiempo, quería despistarme, olvidarme de su melodía bajo mis pies, pero no podía. Insistían mientras oía sus risas y sus cuchicheos; recordaban los nombres de todos aquellos que pasearon conmigo alguna vez por allí.
Me hablaron de mis paseos en las tardes de primavera junto a mi madre, siempre llenos de conversación, unas veces de simple palabrería y otras sin embargo, de confesiones alejadas de todo y de todos.
Recordaban los atardeceres de agosto, casi al anochecer, cuando alguna amiga venía conmigo y hablabamos sin parar de lo que nos rodeaba.
Mis amigas las piedras, se reían al hablarme de las noches que pasé junto a ellas, a la orilla del río con el único testigo de las estrellas; es curioso como un mismo camino puedes recorrerlo de formas tan diferentes.

Cuando estaba en la mitad de mi paseo, decicí pararme, volver la mirada y ver lo que iba dejando a mi espalda, no había restos de mis pisadas en la tierra, estaba seca, sin huellas; solo quedaba trás de mí, el murmullo de mis pasos y una hilera de polvo que ya se borraba.
Me quedaba aún un trecho para llegar al final, para acalzar el asfalto que comunica con el otro puente, pero estaba tan cómoda hablando con ellas, que decidí sentarme a una orilla del camino y seguir escuchando como hablaban, mientras su risas maliciosas retozaban en mi espalda.

Me despedí con un guiño, con un saludo al llegar al puente nuevo. Prometí volver pronto, pero sólo si no se olvidaban de susurrar mi nombre el próximo día, cuando de nuevo, regrese a buscarlas.

6 Comments:

Blogger Ana said...

Las piedras suelen tener mejor memoria que los hombres, recordarán tu nombre, son muy agradecidas con las pisadas queridas.

3:38 p. m.  
Blogger Mujer del traje gris said...

Complices y testigas fieles :) Lastima k tengan k ir debajo de la suela.

8:02 a. m.  
Blogger Javier López Clemente said...

No me parece que camines sobre piedras, yo creo que paseas sobre palabras. y te digo una cosa... me muero por saber de la palabrería de tu madre, de las confesiones de las amigas y de los chistes que se cuentan las piedras, ellas que son testigos de todo esa orgía de palabras.
Palabras Gubia, palabras jóvenes y viejas, palabras que revolotean entre tus dedos, palabras para componer una historia. Palabras que deseo leer.
Y una duda ¿El rio no habla?

12:28 p. m.  
Blogger Javier López Clemente said...

Ahhh, Se me olvido: Ana C. ¿no debería estar usted estudiando?

3:44 p. m.  
Blogger Ana said...

Sí Javi, voy estudiando; para descansar os voy leyendo, el desconnecting es para escribir...se me van las horas entre las teclas y no puede ser.

3:29 p. m.  
Blogger Zebedeo said...

Las piedras son los testigos seculares de la historia. Si las piedras hablasen nosotros deberíamos callar.

8:30 p. m.  

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