Trébede

jueves, mayo 04, 2006

HACE DIEZ AÑOS

Se cumplen ahora diez años de la muerte de mi abuela Elisia, ella será y es un referente en todo lo que hago en mi vida. No tengo un recuerdo de tristeza, todo lo contrario, fue una mujer fuerte y alegre y me enseñó mucho de lo que hoy puedo decir que he aprendido.

Nacio en un pequeño pueblo de la provincia de Burgos, mi bisabuelo puso el grito en el cielo cuando se enteró de que eran dos niñas, en aquella época lo que esperaban y deseaban era un varón. Su hermana melliza murió a los pocos días y mi abuela demostró desde el principio que era fuerte para salir adelante.
Se crió en una familia humilde, en el campo, sin ningún sobresalto.

De repente estalló la guerra y conoció a mi abuelo por carta. Si, en plan película, una amiga escribía a los soldados que estaban en el frente para animarlos, mi abuela lo hizo también y así fue como encontró a mi abuelo.
Se casaron después de la guerra y llegaron los hijos, cinco en total. Dos murieron al nacer como era normal en aquellos años, y así siguieron viviendo como una familia normal de un pueblo pequeño en la postguerra.
Muchas veces comentaba las estrecheces que pasaban y como poco a poco iban saliendo a flote, tirando.
Mi padre cumplió dieciocho años y le tocó hacer la mili en Africa, pudo ser más cerca, pero no, no es fácil que mi padre vea la suerte de cara, tampoco ha tenido una vida sencilla.

A partir de aqui todo se complica para ella, mi padre, el único varón de la familia se va y con él la ayuda más importante. Mi tía la pequeña, la alegría de la casa, con quince años enferma y de algo muy grave, leucemia. En aquel tiempo no tenía cura y pasaron dos años hasta que murió.
Ese fue el trance más grande para mi abuela; mi padre en Africa y mi tía que murió cuando él estaba allí.
Contaba muchas veces lo doloroso que fue salir de la depresión, del aislamiento que ella misma buscaba y del dolor por pasar algo tan duro.

Mi padre regresó y las cosas empezaron a ir un poco mejor; mi tía la mayor, se casa y al poco tiempo nace mi primo Javi, parece que él vino a alegrar la casa y a partir de ese momento mi abuela empieza a vivir su mejor etapa. Son los años en los que se casan mis padres, nace mi primo Oscar y poco después mi hermano. Unos años más tarde llego yo a una casa donde reinan los chicos y sin porponermelo, nada más nacer, revoluciono a todo el mundo. Creo que cuando yo nací o incluso antes, mi abuela comprendió que su vida a partir de aqui estaría ligada a sus nietos, viviría para ellos, y así lo hizo.

Era una mujer fuerte, lo demostró, y también inteligente; sabía tratar a todo el mundo. Si hablaba con un niño, ella se convertía en niña también; si estaba hablando con alguien de pueblo, entendía como suyo todo lo que le contaban. Y si tenía una visita de la ciudad, ella sabía darles lo que necesitaban, aquello que más echaban de menos.; ya fuese comida o conversación, cualquier cosa.

Fuimos creciendo en casa de mis abuelos, todos juntos. Mi abuela bailó "agarrao" con mi hermano por el pasillo de su casa hasta desgastar las baldosas. Jugaba a las cartas con nosotros y hacía más trampas que ninguno, al final siempre acababamos discutiendo y haciendo peleas con los cojines del sofá. Cada día, los chicos, nada más ducharse, buscaban a mi abuela para que les lavara el pelo, nadie lo hacía como ella.
Las mejores navidades las vivimos allí; poniendo el árbol, cenando, las bromas a mi abuelo, jugando todas las tardes, los regalos...
Aprendí, cuando era una cría a hacer guisos en la "cocinilla" de su casa, y hoy todavía me acuerdo de alguno de sus secretos.

Enfermó de cancer y fue muy duro ver como poco a poco se iba deteriorando. Había sido una mujer vistosa, no era guapa , pero tenía buen tipo, era presumida y siempre quería estar bien; y tenía un caracter tan bueno, tal llevadero que pocas veces se enfadaba.
Los sábados me llamaba para que fuese a comer a su casa, siempre era el mismo ritual. Me encargaba de poner los rulos y peinarla, pintaba sus uñas y juntas hacíamos la comida, esperando la llegada de mi abuelo. Por la tarde una siesta en el sofá y luego yo me iba cuando sus amigas llegaban a casa para jugar a las cartas.

Hay muchas cosas que contar, demasiadas para unas cuantas lineas, pero yo me quedo con su alegría, con el cariño y con esa sabiduría que los años fueron grabando en ella, en cada una de las arrugas de su cara. Me quedo con los besos a todas horas y con sus ojos; cuando antes de morir cogía mi mano y me decía "Disfruta ahora que eres joven, pasalo bien y nunca dependas de nadie. Respeta a todo el mundo, procurando no hacer daño a los demás, pero no dejes que a ti le lo hagan"

Su recuerdo está bajo mi piel y pase lo que pase nada podrá borrarlo.

3 Comments:

Blogger Mujer del traje gris said...

Los malos recuerdos de las personas queridas que se han ido surgen del sentimiento de vaio de no tenerlos mas, pero cuando uno logra convencerse de que siempre nos acompañan, eso se desvanece.

3:45 a. m.  
Blogger Ana said...

Las abuelas sabias residen en el corazón de las nietas con memoria, ¿a que sí?

10:52 p. m.  
Blogger Javier López Clemente said...

No puedo pasar del primer párrafo, creo que es porque yo no conocí a ninguno de mis cuatro abuelos.

7:25 a. m.  

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