Trébede

jueves, mayo 18, 2006

EL RITMO DE LA MAREA

He dejado atrás los días tranquilos, bueno han sido de todo menos tranquilos, no he parado de hacer cosas, pero he desconectado de todo lo que me rodeaba aquí. He perdido la noción del tiempo, no sabía ni la hora ni el día y lo mejor es que no lo extrañaba. Las tardes daban paso a las noches sin necesidad de planear o decidir de antemano qué voy a hacer, simplemente dejaba que todo fuese pasando sin orden y sin necesidad de controlarlo todo, ojala pudiera vivir así siempre, haciendo lo que se te antoja a cada momento.

Lo mejor de todo han sido las horas en la playa, el calor del sol sobre mi piel y esa sensación de bienestar que me producía una siesta en la orilla del mar. Pasear en busca de pequeñas conchas, que hoy adornan mi habitación. Cuando las rescataba de la arena, sentía como si estuviera robando una parte de la playa, llevarme algo lejos de su raiz simplemente para darme el gusto de tenerlas cerca de mí, pero ellas saben que lo hice para no olvidar el paraiso, para tenerlo cerca cada noche.

Cerrar los ojos y escuchar el sonido de la olas acariciando la orilla, mientras en el agua dejas que todo tu cuerpo flote, deseando que una ola te lleve lejos, mar adentro y que al día siguiente te devuelva a la playa después de bailar toda la noche al ritmo de la marea, como si se tratara de un sueño.

He conocido a gente que no esperaba encontrar en un viaje como este y que me han hecho pasar unos días muy buenos. He aprendido también a valorar las pequeñas cosas, a sonreir al levantarme y me he dado cuenta de lo mucho que se aprende escuchando. Sacando de cada conversación lo que de verdad importa, y desterrando aquello que no vale para nada, aquello que queda en la superficie y no se puede aprovechar. Abrazarte a un silencio, dejar que todos murmullen mientras tú callas.

Ayer volví a casa, contenta y con mucha ilusión por todo, más decidida y tranquila; puedo decir que estos días han sido buenos. No sabía lo mucho que echaría de menos a mis padres hasta que ví a mi padre en el andén de la estación esperando, ví como sonreía al verme; y luego al ver a mi madre, les dí dos besos de esos que suenan a vida, huelen a tierra y que te devuelven a casa.


Leyendo esto, se puede pensar que he estado fuera un año, pero no, han sido unos días.
Ahora cada noche, cerraré los ojos y pensaré que estoy de nuevo sobre el agua, sintiendo la brisa. Miraré las pequeñas conchas a mi lado y empezaré a soñar.

3 Comments:

Blogger Zebedeo said...

No hay nada mejor que el olor a mar, para mí es imposible de describir ese olor, pero sólo puedo decirte que se siente.
Para mí es inimaginable vivir lejos del mar, es de estas cosas que no sabes que tienes hasta que te alejas.
Tumbarte en el agua y dejarte mecer por la marea es una de las mejores sensaciones que puede haber.

6:47 p. m.  
Blogger Ana said...

Pues qué bien, porque mientras leía tus palabras yo también me he bañado, escuchando cómo cantan las olas. Qué bonito que viniste.

9:56 p. m.  
Blogger Javier López Clemente said...

Gubia ya regresó y se quiso traer el mar.

1:51 a. m.  

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