Trébede

miércoles, junio 28, 2006

LA VIEJA CARTA

He vuelto a leer las líneas que escribí hace tiempo, las palabras hilvanadas que ahora, después de que el reloj las hiciera perderse para siempre, vuelven a mí; las leo y ya no significan nada.

Trazos de azul sobre blanco que explican, que recorren renglones llenos de emoción, de tristeza, de alegrías y de nostalgia. Que pronto olvidamos, ¿verdad?. La alegría que reflejan esas letras redondas y oscuras, la tristeza que se entreve en muchos rincones; hoy me doy cuenta de que todo pasa, ya nada queda de entonces.

El tiempo se encarga de poner todo en orden, de hacer que giremos como las manecillas del reloj, se encarga de que el vaivén de la marea nos lleve hacia otro mar, a otra orilla donde aferrarnos y a otra playa desde la que lanzar nuestro mensaje de alegría en una vieja botella de cristal.

Buscamos la luz de otro faro, la voz de unas nuevas palabras, el susurro de una noche al calor de otras manos. Y cuando volvamos a leer las viejas cartas, nos daremos cuenta de que nuestro corazón, entonces y ahora funciona como el reloj de arena que se voltea a cada rato lleno de pequeños granos repetidos pero diferentes, que poco a poco en nuestra vida, van pasando.

5 Comments:

Blogger Eleonaí said...

Hola Gubia:

A veces llegan cartas con sabor a..., así dice una canción que cantabo un español en los años setentas del siglo XX.

¿Cuanto nos dicen las cartas después del tiempo? Nada quiza o todo...

1:50 a. m.  
Blogger J77 said...

Todavia guardo cartas de mi primer amor en los cajones... Saben tanto a recuerdo que me da cosa tirarlas.

7:45 a. m.  
Blogger Eva said...

Yo guardo todo lo que he escrito. Y es verdad que el tiempo pasa... A veces por suerte, otras por desgraci. pero el corazón es muy sabio, porque olvida pero aprende.

Besos

9:40 a. m.  
Blogger Escritor en el Tejado said...

Las palabras, las imágenes, son los mejores tesoros que guardamos en la vida. Al final los recuerdos son nuestro mejor patrimonio. No recuerdo dónde ni el autor, leí una historia sobre una abuela que, cada vez que se mudaba a casa de uno de sus hijos (estaba "a meses" como se suele decir), llevaba con ella su vieja mesilla de noche cerrada con llave. El nieto, que es el narrador, la oía cada noche abrir y cerrar la mesilla, intrigado por aquello tan importante que pudiera guardar su abuela. Cuando ésta muere, el nieto descubre que la mesilla estaba vacía. Simplemente ese objeto, el sonido de la cerradura, debía ser para aquella anciana la llave de todo un tesoro de recuerdos, y por eso la conservaba con ese afán. Ya digo, no recuerdo dónde la leí, pero es una preciosa historia.

9:13 p. m.  
Blogger Javier López Clemente said...

En la mudanza que nos trajo hasta nuestro nuevo hogar me encontré con una pilada enorme de cartas. Reconozco que lo primero que pensé fue: Mmmm material para posibles nuevas historias. Pero pasado unos días... no me atrevía a abrir esos sobres. Finalmente, cuando dimos por finiquitada la mudanza, las volví a meter en una caja y las instalé en lo más profundo del trastero.

9:33 p. m.  

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