Trébede

sábado, julio 01, 2006

"GRI GRI"

Acabo de subir la escalera, es hora de irse a dormir después de un día largo de trabajo y mañana tengo que volver. Al subir escuchaba como los grillos cantaban con toda su fuerza, hace una noche muy buena y cada día los oigo al otro lado de la puerta.

No me doy cuenta pero están ahí, y es curioso, han estado ahí siempre. Si, en mi casa siempre hemos tenido grillos. A mi hermano le volvían loco y cuando eramos pequeños, en primavera, las ventanas de la casa vieja se llenaban de grilleras. Salía del colegio y se iba con su botella de agua y su pajita a coger grillos, tenía una habilidad prodigiosa para hacerlo y su canto le volvía loco, así que en mi casa no faltaba banda sonora cada mes de mayo.

Recuerdo que teníamos muchos y pasaban los días y las noches cantando, así que los grillos de Alvaro eran famosos en el barrio y si no los oían, los vecinos preguntaban a mi madre por ellos. Los guardábamos en grilleras y si eran muchos, mi hermano los metía en cajas de galletas, esas cajas rojas de "maría" fontaneda.
Todos los años, Alvaro se iba unos días a casa de mis tíos a Bilbao, allí pasaba unas semanas con mis primo y claro, él llevaba en su grillera a uno de sus amigos. La revolución que se montaba en el bloque de mi tía cuando aparecía mi hermano con la banda sonora del pueblo era grande. Aunque los vecinos lo recibían con alegría y aguantaban esos días recordando el pueblo del que la mayoría se había ido para buscar un futuro mejor en aquella ciudad.
El resto de los grillos, se quedaban a mi cuidado. Eso era un peligro, pero mi hermano siempre corría el riesgo. Yo tenía que limpiarlos y cada día estar pendiente de que recibieran su dosis de lechuga correspondiente. Siempre o casi siempre lo hice porque esta noche recordaba al subir las escaleras que un año, olvidé dar de comer a los grillos durante unos días y cuando quise recordar estaban todos cantando en el otro mundo.
Cuando mi hermano regresó y me pidió explicaciones, dije que se habían escapado porque la caja se cayó de la ventana a la calle y se abrió al caer. No sé si se creyó algo de todo aquello pero si le cuento que murieron de hambre el disgusto hubiera sido grande, así evité daños mayores.

Una vez Elena contó como su papá iba con ella al parque y cogían grillos, por lo visto el cariño hacia ellos no ha cambiado con los años y ahora ella disfrutará de su "grigri" con la misma suerte que lo hicimos nosotros cuando eramos pequeños.