Trébede

sábado, octubre 21, 2006

FUE DIFERENTE

Ayer volvía a pasar por esa calle que tantas y tantas veces recorría cada día para ir a casa de mis abuelos. No es algo extraño, es habitual porque está en un lugar de paso y paseo por allí a menudo. Pero ayer fue diferente, sentía que era una niña otra vez.

Recordé las tardes de invierno, cuando salía del colegio, iba a merendar a casa y salía disparada hacia la casa de mis abuelos.
Recordé los juegos con los hijos de Claudio, vivían en una vieja casa que estaba alejada y destartalada. Eran varios hermanos y jugar por el campo se convertía en nuestro entretenimiento cada tarde. Los otros niños no jugaban mucho con ellos porque eran más pobres de los normal y no entendían que en una casa con seis hijos no era normal la abundancia; a mi no me importaba nada, lo pasaba bien con ellos y eso era cuanto quería saber.

Recordé las horas de pesca con Alvaro y Oscar en el río, como los acompañaba llevando el bote de las lombrices que usaban de cebo; era el precio que tenía que pagar si quería ir con ellos.
Recordé el otoño y a Pedro "el pastor" pasando con su rebaño; Alvaro y yo hacíamos trampas por las que nunca pasaba su rebaño.
Viví de nuevo los veranos en la piscina de aquel matrimonio tan extraño que vivía en el chalet del final de la calle, ella eran joven y guapa; él sin embargo, era mayor, cojo y no muy simpático. con la edad vas comprendiendo cosas que en la niñez se te escapan.

Volví a montar en el viejo mulo que mi abuelo tenía, El Burreto, era negro y tan alto como un caballo. Subía con ayuda de mi abuelo y me pensaba que era una amazona como las que veía en la tel; de vuelta a casa mi abuela reñía a mi abuelo porque me montaba "a pelo" sobre el animal.

Todos los recuerdos me asaltaban y los veía como diapositivas que vas proyectando sobre una enorme pared blanca. Sonreía al caminar y recordar aquel tiempo no tan lejano y aquellos lugares que me vieron crecer. Ahora poco queda del campo, hay casa y chalets y ya los niños no pueden jugar por allí y no lo harían aunque pudieran proque ahora ya no se entretienen como antes.
Paso a menudo por allí , pero ayer fué diferente...

jueves, octubre 05, 2006

PASEOS DE OTOÑO

Ya tenemos el otoño instalado aqui, y estoy intentando aprovechar los días de sol para pasear un poco. Lo hago por las tardes, justo después de comer; ese poco tiempo que antes pasaba con Valen tomando un café, ahora lo pasamos en el parque.

Es bonito pasear por el parque en otoño, ya huele a otoño. Las hojas empiezan a caer despacio, muy lento, como si la pereza las hiciera planear antes de caer y posarse suavemente en el suelo de cemento o en la cesped. El agua del río vuelve a bajar con soltura después de las últimas lluvias y los patos, las tortugas y todos los bichillos que viven por allí; se acercan a dormitar al sol después de su baño en el estanque.

Me gusta disfrutar de esos minutos mientras piso la hierba mojada a la orilla del río, pienso en el invierno y en el frío y sé que no podré hacerlo cada día. Tenemos una ventaja y es que el sol no nos deja, por mucho frío que tengamos, el sol no se va nunca, así que queda la ilusión de seguir paseando en invierno a estas horas aunque me tenga que abrigar mucho más.

Por la noche, cuando vamos a casa, miro siempre al cielo y en los días en que está claro, que suelen ser casi todos; miro un cielo despejado, lleno de estrellas que brillan con fuerza y pienso en la suerte que tenemos de poder dormir al abrigo de algo tan bonito. No damos valor a cosas tan sencillas como el sol y el cielo estrellado pero a mi me hacen ser un poco más feliz si los veo cada día.