LA VIEJA CARTA
He vuelto a leer las líneas que escribí hace tiempo, las palabras hilvanadas que ahora, después de que el reloj las hiciera perderse para siempre, vuelven a mí; las leo y ya no significan nada.
Trazos de azul sobre blanco que explican, que recorren renglones llenos de emoción, de tristeza, de alegrías y de nostalgia. Que pronto olvidamos, ¿verdad?. La alegría que reflejan esas letras redondas y oscuras, la tristeza que se entreve en muchos rincones; hoy me doy cuenta de que todo pasa, ya nada queda de entonces.
El tiempo se encarga de poner todo en orden, de hacer que giremos como las manecillas del reloj, se encarga de que el vaivén de la marea nos lleve hacia otro mar, a otra orilla donde aferrarnos y a otra playa desde la que lanzar nuestro mensaje de alegría en una vieja botella de cristal.
Buscamos la luz de otro faro, la voz de unas nuevas palabras, el susurro de una noche al calor de otras manos. Y cuando volvamos a leer las viejas cartas, nos daremos cuenta de que nuestro corazón, entonces y ahora funciona como el reloj de arena que se voltea a cada rato lleno de pequeños granos repetidos pero diferentes, que poco a poco en nuestra vida, van pasando.