Trébede

jueves, enero 25, 2007

NIEVE


Hoy hemos amanecido con nieve, ¡por fin! llevamos varios días con el anuncio de que llegaría pero pensé que al final todo se iba a quedar en un aviso. Esta mañana lo primero que ví al levantarme es un manto blanco que cubría todos los tejados de las casas y los árboles que adornan la orilla del río, se veían desde la ventana con una nuevo color, blanco y resplandeciente esta vez.

Blanco y luminoso, no hay nada mejor que un poco de nieve por la mañana y que el sol salga después con fuerza para dar luz a todo, eso sí, todo aderezado con una buena dosis de frío para que no se lleve a la nieve. Así que tenemos un precioso día de sol, una buena dosis de azucar caído del cielo para endulzar las calles y un frío de esos que vienen del norte que cuando vas caminando hacen que sientas como si un cuchillo te atravesara la ropa, y aún nos quedan unas cuantas horas para disfrutarlo.

No sé por qué me ha hecho tanta ilusión si aqui lo normal es que la nieve forme parte de nuestro invierno, pero hoy todo se ve con más luz desde esta ventana desde la que estoy observando.

miércoles, enero 17, 2007

SANCHO Y QUIJOTE

El sábado no había nada especial que hacer, así que me lancé al desenfreno de las compras y las rebajas. Hace un tiempo era adicta a ir de tiendas y estar todo el día dando vueltas de una a otra; ahora debe de ser por efecto de la edad ya no me gusta y procuro hacer las compras en los momentos más tranquilos, sin aglomeraciones.

Fuimos a Valladolid y a la vuelta paramos en Palencia para hacer un último recado y tomar un café. Nuestros pasos se dirigían al centro comercial Carrefur, era primera hora de la tarde pero la gente ya empezaba a ir y venir cargado con sus carros haciendo que el aparcamiento parezca una autopista donde conducimos como locos con nuestros "carritos" llenos a rebosar de objetos, en la mayoría de los casos poco útiles.

Para entrar en situación diré que junto al centro comercial hay una residencia de ancianos y que muchos de los internos allí, pasan la tarde en el vestibulo del hipermercado viendo cómo la gente pasa frente a ellos y ni tan siquiera repara en que están allí.
Yo también lo hago, pero el sábado fue diferente, vi una estampa que se me quedó grabada en la memoria. Antes de entrar ví que por la zona de peatones del aparcamiento se acercaba una extraña pareja. Eran dos ancianos, uno muy alto, en su época joven tuvo que ser un hombre imponente porque ahora a pesar de la edad sigue siendo muy alto; vestía con un jersey verde y unos pantalones de pana y al mirar su cara me dí cuenta de que no veía. No sé si es completamente ciego pero si me percaté de que no veía casi nada. No llevaba un bastón, no, él no lo necesitaba; cogida a su mano llevaba una mano amiga, la de su compañero; un hombre anciano, bajito y regordete que conducía de la mano a su amigo como si se tratara de su tesoro más preciado. Fue muy curioso ver a dos ancianos que caminaban con sus manos entrelazadas y empecé a imaginar la clase de relación que los unía; supuse que una buena amistad ya que compartirían su vida dentro de la residencia y uno actuaba de lazarillo para el otro.
Solo puedo decir que despertaron toda mi ternura aquel Quijote y Sancho que una tarde de sábado encontré sin esperarlo.