CAMBIO
Ha sido un verano atípico, sobre todo en lo que al tiempo se refiere y yo lo he sentido así, como algo extraño, corto y diferente. No hay motivos especiales para decir esto pero la realidad es que así lo siento, me parece que todo ha pasado demasiado rápido y que no me he dado cuenta de nada o casi nada de lo que tenía alrededor. Pero bueno, es así, los días comienzan a acortarse y las tardes son mucho más frescas, es inevitable que los veraneantes vuelvan a sus vidas y los que vivimos aquí, en los pueblos, continuemos con nuestra tranquilidad de siempre.
Nunca me ha gustado el final del verano, siempre me costaba volver a las clases cuando era niña y ahora me cuesta adaptarme también. No es por la gente que llena las calles en estos meses de verano, es también por el sol y la luz de esta época que poco a poco nos deja. No viviría en un eterno verano porque me encantan los ocres y la luz de un atardecer de otoño y me chiflan la nieve y el calor del fuego en invierno, pero si que me cuesta adaptarme al cambio.
Esta noche he tenido un sueño, caminaba por un pasillo lleno de puertas y no dejaba de llover sobre mí, puede que hasta dormida piense en la lluvia y en la melancolía que me hace sentir. No estoy triste, no es eso, ahora disfrutaré de mis paseos y del silencio que me rodea y que cada vez me gusta más.